Delirio I

La bebida lleva toda la cafeína que necesitaré para esta noche larga de espera. Una noche mas en las 365 noches de este año, y no quiero multiplicar esas 365 noches por los años que llevo de vida y los que vendrán. En especial porque cada noche se siente como una eternidad, guarnecida bajo las llaves de miles de estrellas, cada una un ángel protector, preparado para guardar el secreto de una noche inolvidable que no ocurrirá.

Las estrellas brillan a millones de años luz, y quién sabe si la luz que emiten ya terminó de brillar hace millones de años, no hay forma de averiguarlo hasta que se apague a la vista de algún telescopio. Pero mientras eso no ocurra, formarán a los personajes mitológicos que me harán compañía por las noches. Orión, la osa, el perro, y todos los demás amigos celestiales que se muestran tras las delgadas nubes.

Las nubes llevan el agua que se evaporó del mar, y tristes, probablemente, luego llegarán a llorar sus penas sobre los mortales. Entre ellos estaré yo, como una más de la muchedumbre. Aunque eso será más adelante, cuando el alba haya pasado hace horas y esta eterna noche se haya terminado.

El sol no es el que gira alrededor de la tierra, sino la tierra la que gira alrededor de la estrella. Nos separan alrededor de 149 597 870 km de nada, lo justo y necesario para no quemarnos en un infierno terrenal, ni congelarnos en una era glaciar eterna. A través de esos 149 597 870 km de nada llega la energía del sol, la que cada día se aprovecha más que el Petroleo y el gas. Energía que hace millones de años ocupan las plantas para sobrevivir, y que luego le pasan a los herbívoros, que luego fueron cazados por carnívoros, o también por omnívoros, como yo, como todos. Y por eso estoy viva.

Y es la energía que me da la Coca-Cola la que me mantiene despierta esta noche, pensando en ti.

La bebida pasa por mi sistema digestivo hasta ser absorvida desde el duodeno, y sus nutrientes pasarán por mi sangre hasta cada una de mis células despiertas, donde allí desatarán energía que me mantendrá despierta, siempre pensando en ti.

Tus neuronas te harán pensar en cosas diferentes que las mías. ¿En qué estarás pensando? ¿Dónde estarás? Probablemente sobre tu cama, o en tu sillón, mirando algún programa de farándula de los que dan a medianoche y más tarde todavía, toda la luz de la TV entrando por tus ojos; probablemente en plena calle, junto con otros perros de ciudad, buscando una aventura o alguna entretención con que olvidar.

Pero probablemente no estés mirando hacia el cielo que se está nublando, cubriendo de a poco las estrellas. Y yo probablemente pierda la esperanza de que, algún día, un pedacito de tus pensamientos me pertenezca.